Soy un
“Bronco” de la preparatoria federal por cooperación
“Francisco Villa”, de Nuevo Casas Grandes, Chih., integrante
de la Generación X (1984-1987). Como una aportación al
Encuentro de 35 Generaciones, programado para el 28 de mayo
de 2016, les comparto un testimonio de vida.
Durante
el sexto semestre, en la clase de Orientación Vocacional, el
maestro Rafael Casillas Martínez, nos puso un ejercicio muy
bonito: que cada un@ describiera los talentos de l@s
compañer@s del grupo.
Estos
fueron mis resultados. Para facilitar el análisis y la
evaluación cualitativa agrupé las descripciones en
categorías, según el número de respuestas repetidas o
parecidas:
1. Cuatro
me describieron como “Estudioso”, pero un@ de ell@s
agregó “y lograrás tus propósitos”, mientras que otr@ puso
“sociable y cumplido”; dos más me describieron como “Muy
estudioso”, pero un@ agregó “alegre”; finalmente, en
esta categoría, dos escribieron “Buen estudiante”.
2. En la
segunda categoría, dos me describieron como “Político”;
un@ más escribió “Habla de más (político)”, y otr@
“Cara de diputado”; dos más me calificaron
simplemente como “Orador”.
3. En la
tercera categoría que definí, cinco compañer@s me
calificaron como “Inteligente”: dos de ell@s pusieron
la palabra a secas, pero otr@ agregó “y responsable”;
alguien más puso “responsable, suave”; y otr@ comentó “y
creído (a veces)”.
4. En la
cuarta categoría, se expresaron con frases como las
siguientes: “Cuate a todo dar”, “Buen cuate”,
“Buen compañero”, “Bien padre”, y “Bien
suave”.
5. Hay
una quinta categoría, para otras características en sentido
positivo: “Muy sabio”, “Inquieto”, “Responsable”,
“Cumples tus metas y me caes bien”, y
“Gusto por las cosas buenas”.
6. En una
sexta y última categoría ubiqué algunas características, a
pesar del sentido negativo que le imprimieron tres
compañer@s: “Le gusta saber pero es vulgar”, “Empalagoso”,
y “Sangrón”.
Recientemente,
David Andrew Sánchez, sobrino y ex alumno, también Bronco de
la Prepa, retó: “lo verdaderamente interesante sería saber
qué piensan ahora”. No lo sé.
Sin
embargo, sé que con esas cualidades –porque me lo han dicho,
incluso reprochado, infinidad de veces– podía ser
“poderoso”, “rico”, “famoso”, es decir, una persona
“exitosa”, “triunfadora”; capaz, en fin, de lograr lo que yo
quisiera ser y tener.
Veintinueve años después de aquella clase preparatoriana no
tengo un centavo en la bolsa (y mucho menos en el banco), no
uso cartera, no poseo bienes materiales, no me gusta el
dinero y siempre me ha importado más el valor que el precio
de las cosas.
No
obstante, soy muy feliz y me siento realizado A MI MANERA.
No soy pobre, porque no estoy obsesionado con acumular, con
tener, con ser rico. Vivo feliz ahora. Sé que nada me
llevaré cuando me marche, como dice la canción, por eso
viajo ligero de equipaje por este mundo, al que sí creo
injusto y desgraciado, porque unos cuantos acumulan las
riquezas y los poderes, frente a las miserias y la ruina de
las mayorías. Eso me convierte en un insatisfecho con la
sociedad en que me ha tocado vivir, lo que me impulsa a
convertirme en un agente de cambio, de transformación
social. Y por eso me hice sociólogo.
Creo que
puede lograrse mucho desde el trabajo de polític@s y
gobernantes que hagan de la política una continuación de la
ética, de los ideales, los principios y los valores morales,
humanos y sociales. Y por eso me hice maestro en ciencias
sociales para el diseño de políticas públicas.
Creo en
la acción comunicativa, la fuerza y el poder de la
información, la publicidad, la propaganda, las relaciones
públicas y la mercadotecnia, pero no para cualquier fin,
solamente para luchar contra las injusticias y las
limitaciones a la libertad.
Creo en
polític@s de importancia mundial como José Mujica, ex
guerrillero y ex presidente del Uruguay, igual que en los
nuestros como Juan José Salas Flores, “El Señor Salas” y
Norberto Miranda Madrid, “El Gallito”.
Si saben
los nombres de mis hijas y sus significados, no tienen qué
preguntarme mi ideología: Mahatma, Nirvana, Muslima y
Naráyana…
Entonces,
después de la lista preparatoriana, tengo que decir algo:
creo que soy feliz, rico, famoso, poderoso, pero desde mi
punto de vista, con las medidas de éxito en las que creo…
Si se
trataba de pedir a Dios, yo no pedí acumular riquezas, ni
bienes materiales, pedí en cambio sabiduría. Y la sigo
procurando… para mí y para l@s demás.
Algunas
personas que viven una vida que no me gusta o que de plano
desprecio, algunas que me quieren o me odian o simplemente
envidian mi desparpajo y desenfado, seguirán pensando que
soy un “pendejo” o un “talento desperdiciado”. Esa es su
opinión; no la mía. Creo que no es así; ni soy así.
Desde mi
infancia, llegaron a mi vida dos ideas, dos palabras, dos
acciones, que he cultivado durante estos años, porque creo
que me definen más que cualquier otra cosa: conciencia
y rebeldía. También he sido perseverante, ya
que la perseverancia ha sido una de mis actitudes favoritas
entre la extensa lista de principios y virtudes morales, así
como valores éticos, humanos y sociales.
No
obstante todas aquellas cualidades, y esas observaciones
amigas o enemigas, he viajado por el mundo –insisto– ligero
de equipaje, sin posesión material alguna; sin deseos de
acumular dinero o bienes; he vivido más bien carenciado, por
voluntad y decisión propias, pero realizado y feliz, según
creo. Mas no crean que soy conformista, resignado o
mediocre, por el contrario soy ambicioso, busco la grandeza
y la trascendencia que se logra con cosas de “tan poca
importancia” como dar y preservar la vida de nuestros
descendientes, pero especialmente cuando un@ es capaz de
hacer cosas más importantes que un@ mism@.
Desde la
niñez también me viene ese extraño compromiso, esa especie
de “votos” de pobreza y sabiduría, con una marcada
influencia anarcocristiana que pudo haber ido cuajando entre
las enseñanzas de los libros sapienciales, mis favoritos de
La Biblia, el ejemplo de San Francisco de Asís y los
jesuitas, la doctrina social de la iglesia y la teología, la
pedagogía y la sociología de la liberación, entre otras
ideologías en las que he abrevado.
Filosóficamente me considero un escéptico y, tal vez por
eso, puedan verme como un manojo de contradicciones o un
“alma plural” como me dicen lo mismo mis amig@s que mis
presuntos enemig@s; con eso me critican y me alaban a la
vez; lo mismo pasa cuando digo y me dicen que ser impulsivo
es mi mayor defecto… y mi mayor virtud. Y he sido un crítico
duro, mordaz, de una palabra exaltada, sea escrita o
hablada, pero sin odios…
Un amigo
–recientemente fallecido– en un tiempo en que fui su
colaborador, me describió como alguien “tenaz, terco y en
ocasiones necio… para lograr lo que te propones”. Y así es;
así creo que soy. Y me gustó la descripción; de hecho me
recordó la lista aquella de la preparatoria a la que ahora
me estoy refiriendo.
Otra vez
el problema es lo que me propongo: soy, como sociólogo y
politólogo, como ser humano, como ente gregario, un
apasionado del cambio y de la transformación social. Soy un
insatisfecho con la sociedad; soy un inconforme; soy un
rebelde: no me gustan las injusticias, ni las limitaciones a
la libertad, repito.
Ah, pero
no me crean frustrado, fracasado, miserable u odioso. Al
contrario, soy muy feliz con mi “pobreza”, porque desde allí
es desde donde creo que pueden impulsarse los cambios y las
transformaciones de esta sociedad, desgraciada y miserable
para las grandes mayorías.
También
estoy consciente y me rebelo porque aquell@s que hemos
tenido acceso a la educación, a la instrucción, y que mal
que bien comemos todos los días, estamos obligados a cambiar
tal estado de cosas. La clase media ilustrada, no los
jodidos, ni los miserables, mucho menos los potentados,
tiene la misión mesiánica de conducir a la humanidad hacia
su redención y la salvación, la justicia y la libertad, la
igualdad y la fraternidad. Por eso sigo siendo insatisfecho,
desde la conciencia y la rebeldía que me caracterizan.
Y no se
trata de lograr eso de la salvación o la redención en el
cielo o el castigo eterno en el infierno, que son, como
Dios, amigos imaginarios hechos a nuestra imagen y
semejanza. No hay tales, según creo, bendiciones del cielo o
maldiciones del infierno; no hay cielo, más que el universo
infinito; no hay infierno más que el centro de la tierra. Y
las almas o los espíritus –que no son precisamente
“extensión” etérea de los cuerpos humanos, sino energía que
se transforma, es decir, que jamás vuelve a ser la misma– no
pueden vivir ni en la salvación, ni en la condenación
eterna. El “cielo” o el “infierno” se vive en nuestro mundo,
en la sociedad. Pero no se preocupen: no me interesa hacer
proselitismo al respecto…
No me
gustan los excesos; odio y combato, eso sí, los vicios, la
corrupción y las degeneraciones personales y sociales, tanto
como la resignación, el conformismo y la mediocridad. Por
eso me exilié de la política y me refugié en las letras, en
espera de tiempos y oportunidades mejores…
“Hay en
mis venas gotas de sangre jacobina, / pero mi verso brota de
manantial sereno; / y, más que un hombre al uso que sabe su
doctrina, / soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.”,
según el “Retrato” de Antonio Machado.
Creo en
las máximas del guerrillero José María Morelos y Pavón,
expresadas en sus “Sentimientos de la Nación”, como
respuestas para muchas de mis inquietudes, en especial esta:
moderar la opulencia y la
indigencia; nada
más, pero tampoco nada menos.
Lo
sintetiza uno de los lemas
más hermosos del socialismo de todos los tiempos: "nadie
tiene derecho a
lo
superfluo
mientras haya
quienes carezcan
de lo indispensable".
Así, me
encanta una parte de El Magníficat, aquella oración que yo
leía de niño no a la que ya le bajaron de tono: “…Extendió
el brazo de su poder, y disipó el orgullo de los soberbios,
trastornando sus designios. / Desposeyó a los poderosos y
elevó a los humildes. / A los necesitados llenó de bienes y
a los ricos los dejó sin cosa alguna…” (y, luego, se haría
lo mismo… eternamente)
Obviamente me gustaban y me gustan canciones como el himno
anarquista “Hijo del pueblo te oprimen cadenas / y esta
injusticia no puede seguir / si tu existencia es un mundo de
penas / antes que esclavo prefiere morir”, lo mismo que el
“Hijo del pueblo” de nuestro José Alfredo (“Yo camino por la
vida muy feliz con mi pobreza, y aunque no tengo dinero
tengo mucho corazón”) o “El Sin Fortuna” que Gerardo Reyes
hizo canción famosa (“Soy cabal y sincero les digo, he
labrado mi propio destino, yo le tiendo la mano al amigo,
pero al rico jamás me le humillo”).
Más allá
de ese anecdotario siguen impactándome las palabra de Jesús,
aquel humilde carpintero anarquista que, con su amor y su
sacrificio, dio a la humanidad una Nueva Era: ““No
hay amor más grande que dar la vida por los amigos...
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.
Ese imagen del Jesús, consciente y rebelde, resulta
encantadora: seguía las enseñanzas de su primo y maestro
Juan, “El Bautista”, cuando se enojaba y echaba a latigazos
a los mercaderes del templo; o cuando denunciaba a las
castas religiosas como “razas de víboras” e “hipócritas".
Y cómo lo traduce León Felipe:
Ahí están,
ahí están en el aire
todavía, temblando de emoción,
cruzando los cielos desde
hace veinte siglos, en la
curva evangélica de una
parábola poética,
estas palabras
revolucionarias,
estas palabras prometeicas:
"Es más fácil que pase un
camello por el ojo de una
aguja, que entre un rico en
el reino de los cielos."
(...)
El verbo lírico de Cristo y
de todos los grandes poetas del mundo no es retórica.
Es un índice luminoso que
nos invita a la acción y al heroísmo.
Y esta parábola del camello
y de la aguja, del pobre y del rico
tiene un sentido que
desentrañado y realizado, puede llenar, si no de
alegría... de dignidad la vida del hombre.
(…)
Hay que salvar al rico, hay
que salvarle de la dictadura
de su riqueza,
porque debajo de su riqueza
hay un hombre que tiene
que entrar en el reino de
los cielos,
en el reino de los héroes.
Pero también hay que salvar
al pobre
porque debajo de la tiranía
de su pobreza hay otro hombre
que ha nacido para héroe
también.
Hay que salvar al rico y al
pobre ...
Hay que matar al rico y al
pobre, para que nazca el Hombre.
(…)
Aquella
lista preparatoriana, regreso a mi tema de hoy, fue
inspiración en mis estudios de licenciatura y maestría.
Revisé las palabras de mis compañeros el 23 de julio de
1990. Luego las vi una que otra vez, hasta que buscando
recuerdos de mi paso por la prepa, para este Encuentro de
las 35 Generaciones, encontré de nuevo aquella enumeración
de mis cualidades, según mis condiscípul@s.
Antes de
aquella lista también tenía un respaldo: mi comportamiento
como estudiante en la primaria y en la secundaria, con
múltiples diplomas y reconocimientos, altos niveles de
“aprovechamiento”, los promedios de calificaciones, siempre
arriba del 9 según mi meta, la lectura, la oratoria y una
aceptable cultura general.
Igualmente, después de la Prepa, en la licenciatura y en la
maestría, aquellas descripciones preparatorianas siguieron
teniendo consistencia y sustentabilidad, prácticamente en
las mismas áreas que señalaban mis compañer@s de la Prepa
Villa. En algún momento pudiera pensarse que ell@s me
conocían mejor que yo.
David
Andrew Sánchez, sobrino y ex alumno, a quien me he referido,
cuestionaba:
- “Lo
verdaderamente interesante sería saber que piensan ahora”.
Le contesté:
- “Sí, ¿verdad? Podría ser la continuación de aquel
ejercicio. A ver si algún@s compañer@s coincidimos en el
evento de la Prepa, para renovar y comparar la lista. Me la
encontré entre los recuerdos de la prepa. Advertí algo a
primera vista: he sido tan terco, tan tenaz, tan necio, tan
rebelde, tan contreras, tan sencillo, tan austero, que quizá
había desdeñado tan sabias descripciones.
ES DE BIEN NACIDOS SER AGRADECIDOS, Y DOY GRACIAS POR
AQUELLAS OPINIONES TAN GENEROSAS DE MIS COMPAÑER@S. Creo que
bien podrían reivindicarme, o rectificarme en el Encuentro
de hoy, 28 de mayo de 2016. Saludos.”
Pensándola mejor, lo verdaderamente interesante es lo que
aquell@s muchach@s creían, sabían o conocían de cada un@ de
los demás. Y más importante aún era la descripción número
33, la de cada un@ de ell@s para sí mism@s. Eso le faltó,
creo yo, al maestro Casillas, para completar la lista de los
talentos y las virtudes de cada un@.
Reitero mi agradecimiento, ya que evidentemente fueron
generos@s en sus descripciones para conmigo.
Piensen lo que piensen ahora, con todos mis defectos y mis
virtudes, me siento bien, realizado y feliz, y con el mismo
ánimo, con el mismo amor que entonces, aunque más reposado,
a la sabiduría, a la sociología, a la política, a la ética,
a la moral, junto a las letras y la cultura.
Me siguen sonando cursis e inútiles, mediocres, las críticas
y los reproches: “con todo lo que sabes ya sería rico”,
“¿para qué tanto estudio? si no tiene nada, si no has hecho
nada en la vida”. E, igualmente, siguen valiéndome esos
juicos interesados, inmorales, entiéticos, injustos,
corruptos y corruptores.
¿Pensarán todavía que soy un pendejo, que con esos talentos
podía ser rico, poderoso, exitoso, triunfador, bastando
apenas un poco de sagacidad, de engaño, de demagogia, de
corrupción, de esa cultura de quien no transa no avanza y de
que la corrupción somos todos? ¿O pensarán, por ejemplo, que
el pendejo es Enrique Peña, quien jamás en su vida leyó un
libro, que no puede recordar tres títulos o de qué murió su
esposa? ¡Pero es guapo, es el presidente y se casó con La
Gaviota! ¡Entonces, pendejo, pendejo, no es. O que el
inefable César Duarte, pasó de ser un vendedor de autos a
convertirse en un nuevo rico de Chihuahua, con su fórmula
de “poder para joder”. ¡Qué cabrones tan exitosos, verdad!
¿Verdad?
Pero a tod@s quienes así piensen se les olvidan los
escrúpulos, los ideales, los principios, los valores. Con
esos talentos, como los que definían mis compañer@s, sigo
caminando por la vida, viajando por mi mundo, ligero de
equipaje, sin más posesión material que a mí mismo, porque
nada material he tenido en 48 años. “Todo lo que yo tengo lo
llevo junto a mí”, dice una hermosa canción. “Necesito poco
y lo poco que necesito lo necesito poco” repite de San
Francisco otro cantor que no calla aunque lo mataron…
Y aquí, conmigo sigo llevando esa hermosa y generosa lista
de mis compañer@s de la Prepa Villa, con la descripción que
entonces hicieron de este bronco, rebelde, tenaz, terco y en
ocasiones necio….
Pero llevó también las bellas palabras nacidas del amor
sincero, el reconocimiento y la honra, de Silvia y Luis,
quienes vivían al otro lado del patio de la casa de mi madre
en la Colonia Villahermosa de Nuevo Casas Grandes, Chih., o
de Ramón y Socorrito, también mis vecinos.
Luis y Silvia, Ramón y Socorrito pueden testimoniar, aún
hoy, que todo lo dejaba por el estudio, que me puse unas
chingotas estudiando, que elegí una carrera que resulta muy
molesta para la gente del poder, incómoda para la gente de
los dineros; una carrera que se compromete con los jodidos,
con los pobres, con los miserables, que se margina y me
margina… en fin, una carrera humanista.
“A los que están con nosotros les va muy bien”, me dijo un
prominente cacique cuando regresé a mi pueblo, todo
ilusionado, con mi carrera recién terminada y una mochila
llena de sueños para lograr los cambios y transformaciones
sociales. A esos caciques que han saqueado y mantenido en la
miseria a Nuevo Casas Grandes, solamente les he dicho que,
al menos, NO CUENTEN CONMIGO, que se pudran en sus riquezas,
que son tan pobres, tan miserables que lo único que tienen
es dinero.
Yo, en cambio, no tengo un centavo. He sido, soy y seré
apenas un loco soñador nomás, un idealista…
Mis compañer@s, mis maestr@s, como el común de los mortales,
quizá pensaban que estudiar es la mejor forma de arribar a
una mejor escala económica y social, es decir veían a la
educación como un agente de movilidad social, para brincar
de una clase a otra, para tener éxito, para triunfar, para
tener “casas, coches, viej@s, viajes y vicios” y lo demás de
plano derrocharlo, sobre todo, lana, dinero, marmaja,
pachocha, etc…
Yo, en cambio, veía y sigo viendo esas actitudes arribistas
como la ilusión de miles, de millones de seres, más o menos
inteligentes, para convertirse en explotadores, para joder a
los demás, para transar, para avanzar, para lograr las
ventajas materiales que esta “civilización” les ofrece, a
cambio de descender al fango, a cambio de pudrirse como
seres humanos, incapaces de sentir empatía (ni caridad, ni
lástima), empatía y solidaridad para con el sufrimiento
ajeno, por las injusticias, por las limitaciones a la
libertad…
No sé. La lista que describe a este bronco de la Villa y de
la prepa Villa es un halago, pero también una llamada de
atención para definir, en conciencia y con rebeldía, ¿para
qué?, ¿qué hago con eso? La lista, y otras virtudes, me han
servido para realizarme, para ser feliz, inmensamente feliz.
¿Y?
Le he dicho a mi esposa, a mi familia, que siempre creí
fácil hacer dinero, y satisfacer las necesidades básicas y
hasta las superfluas; lo difícil, sigo diciendo, es lograr
lo que un@ quiera, para realizarse y ser feliz, en los
planos personal, conyugal, familiar, comunitario y social.
Creía tenerlo claro. Me siento bien por mí mismo. Tal vez
tenga que disculparme porque en esa loca carrera de
idealismo, principios, valores, virtudes y escrúpulos,
también he arrastrado hacia las carencias a ellas, a mi
esposa y mis hijas, que, por cierto, nada tienen que ver con
mis “votos” de pobreza y sabiduría, sobre todo porque las
amo como mis más próximas.
Aún con eso, reafirmo mi postura: no tengo un centavo,
carezco de lo indispensable, no poseo cosas materiales. No
“trabajo”, si se entiende el trabajo explotado/explotador;
que me paso la vida leyendo y escribiendo, o que soy apenas
un humilde trabajador de las letras, aunque sean LETRAS DE
ORO.
Tengo una concepción muy impopular del “trabajo”. Ni en mi
casa, mi hogar, mi familia, la comparten del todo. Tampoco
voy a hacer proselitismo de eso; no me interesa si l@s demás
actúan o no como lo hago yo. Son siglos de adoctrinamiento,
de manipulación de los cerebros como para ponerme a
contrastarlos. Pero no estoy de acuerdo en el trabajo como
esa relación de explotador/explotado; creo, además, que ese
“trabajo” lo hizo Dios como castigo; que sólo las mentes y
los cuerpos inferiores se conforman y resignan con trabajos
manuales y jornadas extenuantes al servicio de “patrones”
que se enriquecen con el sudor de l@s de enfrente. Creo en
el trabajo libre y creativo, intelectual, sin “patrones”,
sin “amos”, sin horarios, sin las miserias de un “salario
mínimo”. Creo, en fin, que un@ debe trabajar para un@ mism@,
no para otr@s.
Por eso mis cuñados decían que no trabajaba, porque no me
veían con el pico y la pala; por eso me reprochan que no
trabajo, con “tanto estudio que tienes”; y por eso dicen que
“no tengo nada”… porque no trabajo.
Por eso soy un “trabajador de las letras”. Hasta mis niñas
dicen que no “trabajo”, que sólo me la paso leyendo y
escribiendo…
Por eso me gusta la radiografía que hicieron mis compañer@s
de la prepa, que en síntesis me veían como estudioso,
inteligente, con talento para la política y la oratoria,
como un buen compañero. Muchas personas, desde niño me han
dicho que puedo destacar en la política, incluso llegar a la
presidencia. Le hice caso a uno: el D. Jesús Baustista
Fregoso, quien me aconsejó dejar la política y dedicarme a
la literatura, a la redacción, a la escritura.
Y en mi barrio, en la colonia Villahermosa, todavía recuerdo
que había una descripción por encima de toda otra
consideración: “Cayito, el de Doña Delfina es muy buen
muchachito”. “Cayo el de Sonia”, ya era un poco cabrón.
Ustedes disculpen, si fuera el caso, en lo que se ha
convertido, aquel niño que rezaba rosarios y se sabía la
misa completa y recitaba los 15 minutos de memoria ¡a los 7
años!; aquel alumno de primaria y secundaria, siempre
becado, aquel estudiante de la prepa a quien sus compañer@s
describieron con tanta generosidad; aquel sociólogo y aquel
maestro en ciencias sociales para el diseño en políticas
públicas, en fin, en ese trabajador de las letras en que se
ha convertido “Ark Sánchez”.
Soy todo lo que tengo, cargo todo lo que tengo, viajo ligero
de equipaje, reitero, pero tengo una lista que me hicieron
aquell@s chamac@s de la prepa Villa; una lista que me
describe y recuerda algunas características; una lista que
me ayudó, me ayuda y me ayudará a ser y, sobre todo, a
conocerme a mí mismo, algo que según Sócrates es el acceso a
la máxima sabiduría.
Allí está la lista. A mis compañer@s y a mí tocará
reivindicarla o rectificarla. Mientras tanto, pasará como
una imagen, como una fotografía, una radiografía más bien,
con la que llegaron hasta mis huesos hace 29 años, aquell@s
compañer@s, de uno de los grupos de la Generación X
(1984-1987), en la clase de “Orientación”, durante el sexto
semestre del plan de estudios de la Preparatoria Federal por
Cooperación “Francisco Villa”, de Nuevo Casas Grandes,
Chih., impartida entonces por el ahora presbítero y
licenciado Rafael Casillas Martínez.
¡Salud, Broncos, de ayer, de hoy, de mañana y de siempre!
¡Feliz reencuentro!
Nuevo Casas Grandes, Chih.; Mayo, 28, 2016.
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