30 Mayo 2016

RADIOGRAFÍA DE UN “BRONCO” DE LA PREPA “VILLA”
 

Soy un “Bronco” de la preparatoria federal por cooperación “Francisco Villa”, de Nuevo Casas Grandes, Chih., integrante de la Generación X (1984-1987). Como una aportación al Encuentro de 35 Generaciones, programado para el 28 de mayo de 2016, les  comparto un testimonio de vida.

Durante el sexto semestre, en la clase de Orientación Vocacional, el maestro Rafael Casillas Martínez, nos puso un ejercicio muy bonito: que cada un@ describiera los talentos de l@s compañer@s del grupo.

Estos fueron mis resultados. Para facilitar el análisis y la evaluación cualitativa agrupé las descripciones en categorías, según el número de respuestas repetidas o parecidas:

1. Cuatro me describieron como “Estudioso”, pero un@ de ell@s agregó “y lograrás tus propósitos”, mientras que otr@ puso “sociable y cumplido”; dos más me describieron como “Muy estudioso”, pero un@ agregó “alegre”; finalmente, en esta categoría, dos escribieron “Buen estudiante”.

2. En la segunda categoría, dos me describieron como “Político”; un@ más escribió “Habla de más (político)”, y otr@ “Cara de diputado”; dos más me calificaron simplemente como “Orador”.

3. En la tercera categoría que definí, cinco compañer@s me calificaron como “Inteligente”: dos de ell@s pusieron la palabra a secas, pero otr@ agregó “y responsable”; alguien más puso “responsable, suave”; y otr@ comentó “y creído (a veces)”.

4. En la cuarta categoría, se expresaron con frases como las siguientes: “Cuate a todo dar”, “Buen cuate”, “Buen compañero”, “Bien padre”, y “Bien suave”.

5. Hay una quinta categoría, para otras características en sentido positivo: “Muy sabio”, “Inquieto”, “Responsable”, “Cumples tus metas y me caes bien”, y “Gusto por las cosas buenas”.

6. En una sexta y última categoría ubiqué algunas características, a pesar del sentido negativo que le imprimieron tres compañer@s: “Le gusta saber pero es vulgar”, “Empalagoso”, y “Sangrón”.

Recientemente, David Andrew Sánchez, sobrino y ex alumno, también Bronco de la Prepa, retó: “lo verdaderamente interesante sería saber qué piensan ahora”. No lo sé.

Sin embargo, sé que con esas cualidades –porque me lo han dicho, incluso reprochado, infinidad de veces– podía ser “poderoso”, “rico”, “famoso”, es decir, una persona “exitosa”, “triunfadora”; capaz, en fin, de lograr lo que yo quisiera ser y tener.

Veintinueve años después de aquella clase preparatoriana no tengo un centavo en la bolsa (y mucho menos en el banco), no uso cartera, no poseo bienes materiales, no me gusta el dinero y siempre me ha importado más el valor que el precio de las cosas.

No obstante, soy muy feliz y me siento realizado A MI MANERA. No soy pobre, porque no estoy obsesionado con acumular, con tener, con ser rico. Vivo feliz ahora. Sé que nada me llevaré cuando me marche, como dice la canción, por eso viajo ligero de equipaje por este mundo, al que sí creo injusto y desgraciado, porque unos cuantos acumulan las riquezas y los poderes, frente a las miserias y la ruina de las mayorías. Eso me convierte en un insatisfecho con  la sociedad en que me ha tocado vivir, lo que me impulsa a convertirme en un agente de cambio, de transformación social. Y por eso me hice sociólogo.

Creo que puede lograrse mucho desde el trabajo de polític@s y gobernantes que hagan de la política una continuación de la ética, de los ideales, los principios y los valores morales, humanos y sociales. Y por eso me hice maestro en ciencias sociales para el diseño de políticas públicas.

Creo en la acción comunicativa, la fuerza y el poder de la información, la publicidad, la propaganda, las relaciones públicas y la mercadotecnia, pero no para cualquier fin, solamente para luchar contra las injusticias y las limitaciones a la libertad.

Creo en polític@s de importancia mundial como José Mujica, ex guerrillero y ex presidente del Uruguay, igual que en los nuestros como Juan José Salas Flores, “El Señor Salas” y Norberto Miranda Madrid, “El Gallito”.

Si saben los nombres de mis hijas y sus significados, no tienen qué preguntarme mi ideología: Mahatma, Nirvana, Muslima y Naráyana…

Entonces, después de la lista preparatoriana, tengo que decir algo: creo que soy feliz, rico, famoso, poderoso, pero desde mi punto de vista, con las medidas de éxito en las que creo…

Si se trataba de pedir a Dios, yo no pedí acumular riquezas, ni bienes materiales, pedí en cambio sabiduría. Y la sigo procurando… para mí y para l@s demás.

Algunas personas que viven una vida que no me gusta o que de plano desprecio, algunas que me quieren o me odian o simplemente envidian mi desparpajo y desenfado, seguirán pensando que soy un “pendejo” o un “talento desperdiciado”. Esa es su opinión; no la mía. Creo que no es así; ni soy así.

Desde mi infancia, llegaron a mi vida dos ideas, dos palabras, dos acciones, que he cultivado durante estos años, porque creo que me definen más que cualquier otra cosa: conciencia y rebeldía. También he sido perseverante, ya que la perseverancia ha sido una de mis actitudes favoritas entre la extensa lista de principios y virtudes morales, así como valores éticos, humanos y sociales.

No obstante todas aquellas cualidades, y esas observaciones amigas o enemigas, he viajado por el mundo –insisto– ligero de equipaje, sin posesión material alguna; sin deseos de acumular dinero o bienes; he vivido más bien carenciado, por voluntad y decisión propias, pero realizado y feliz, según creo. Mas no crean que soy  conformista, resignado o mediocre, por el contrario soy ambicioso, busco la grandeza y la trascendencia que se logra con cosas de “tan poca importancia” como dar y preservar la vida de nuestros descendientes, pero especialmente cuando un@ es capaz de hacer cosas más importantes que un@ mism@.

Desde la niñez también me viene ese extraño compromiso, esa especie de “votos” de pobreza y sabiduría, con una marcada influencia anarcocristiana que pudo haber ido cuajando entre las enseñanzas de los libros sapienciales, mis favoritos de La Biblia, el ejemplo de San Francisco de Asís y los jesuitas, la doctrina social de la iglesia y la teología, la pedagogía y la sociología de la liberación, entre otras ideologías en las que he abrevado.

Filosóficamente me considero un escéptico y, tal vez por eso, puedan verme como un manojo de contradicciones o un “alma plural” como me dicen lo mismo mis amig@s que mis presuntos enemig@s; con eso me critican y me alaban a la vez; lo mismo pasa cuando digo y me dicen que ser impulsivo es mi mayor defecto… y mi mayor virtud. Y he sido un crítico duro, mordaz, de una palabra exaltada, sea escrita o hablada, pero sin odios…

Un amigo –recientemente fallecido– en un tiempo en que fui su colaborador, me describió como alguien “tenaz, terco y en ocasiones necio… para lograr lo que te propones”. Y así es; así creo que soy. Y me gustó la descripción; de hecho me recordó la lista aquella de la preparatoria a la que ahora me estoy refiriendo.

Otra vez el problema es lo que me propongo: soy, como sociólogo y politólogo, como ser humano, como ente gregario, un apasionado del cambio y de la transformación social. Soy un insatisfecho con la sociedad; soy un inconforme; soy un rebelde: no me gustan las injusticias, ni las limitaciones a la libertad, repito.

Ah, pero no me crean frustrado, fracasado, miserable u odioso. Al contrario, soy muy feliz con mi “pobreza”, porque desde allí es desde donde creo que pueden impulsarse los cambios y las transformaciones de esta sociedad, desgraciada y miserable para las grandes mayorías.

También estoy consciente y me rebelo porque  aquell@s que hemos tenido acceso a la educación, a la instrucción, y que mal que bien comemos todos los días, estamos obligados a cambiar tal estado de cosas. La clase media ilustrada, no los jodidos, ni los miserables, mucho menos los potentados, tiene la misión mesiánica de conducir a la humanidad hacia su redención y la salvación, la justicia y la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por eso sigo siendo insatisfecho, desde la conciencia y la rebeldía que me caracterizan.

Y no se trata de lograr eso de la salvación o la redención en el cielo o el castigo eterno en el infierno, que son, como Dios, amigos imaginarios hechos a nuestra imagen y semejanza. No hay tales, según creo, bendiciones del cielo o maldiciones del infierno; no hay cielo, más que el universo infinito; no hay infierno más que el centro de la tierra. Y las almas o los espíritus –que no son precisamente “extensión” etérea de los cuerpos humanos, sino energía que se transforma, es decir, que jamás vuelve a ser la misma– no pueden vivir ni en la salvación, ni en la condenación eterna. El “cielo” o el “infierno” se vive en nuestro mundo, en la sociedad. Pero no se preocupen: no me interesa hacer proselitismo al respecto…

No me gustan los excesos; odio y combato, eso sí, los vicios, la corrupción y las degeneraciones personales y sociales, tanto como la resignación, el conformismo y la mediocridad. Por eso me exilié de la política y me refugié en las letras, en espera de tiempos y oportunidades mejores…

“Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, / pero mi verso brota de manantial sereno; / y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, / soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.”, según el “Retrato” de Antonio Machado.

Creo en las máximas del guerrillero José María Morelos y Pavón, expresadas en sus “Sentimientos de la Nación”, como respuestas para muchas de mis inquietudes, en especial esta: moderar la opulencia y la indigencia; nada más, pero tampoco nada menos.

Lo sintetiza uno de los lemas más hermosos del socialismo de todos los tiempos: "nadie tiene derecho a lo superfluo mientras haya quienes carezcan de lo indispensable".

Así, me encanta una parte de El Magníficat, aquella oración que yo leía de niño no a la que ya le bajaron de tono: “…Extendió el brazo de su poder, y disipó el orgullo de los soberbios, trastornando sus designios. / Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes. / A los necesitados llenó de bienes y a los ricos los dejó sin cosa alguna…” (y, luego, se haría lo mismo… eternamente)

Obviamente me gustaban y me gustan canciones como el himno anarquista “Hijo del pueblo te oprimen cadenas / y esta injusticia no puede seguir / si tu existencia es un mundo de penas / antes que esclavo prefiere morir”, lo mismo que el “Hijo del pueblo” de nuestro José Alfredo (“Yo camino por la vida muy feliz con  mi pobreza, y aunque no tengo dinero tengo mucho corazón”)  o “El Sin Fortuna” que Gerardo Reyes hizo canción famosa (“Soy cabal y sincero les digo, he labrado mi propio destino, yo le tiendo la mano al amigo, pero al rico jamás me le humillo”).

Más allá de ese anecdotario siguen impactándome las palabra de Jesús, aquel humilde carpintero anarquista que, con su amor y su sacrificio, dio a la humanidad una Nueva Era: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos... Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.

Ese imagen del Jesús, consciente y rebelde, resulta encantadora: seguía las enseñanzas de su primo y maestro Juan, “El Bautista”, cuando se enojaba y echaba a latigazos a los mercaderes del templo; o cuando denunciaba a las castas religiosas como “razas de víboras” e “hipócritas".

Y cómo lo traduce León Felipe:

Ahí están, 
ahí están en el aire todavía, temblando de emoción, 
cruzando los cielos desde hace veinte siglos, en la 
curva evangélica de una parábola poética, 
estas palabras revolucionarias, 
estas palabras prometeicas: 
"Es más fácil que pase un camello por el ojo de una 
aguja, que entre un rico en el reino de los cielos." 
(...)
El verbo lírico de Cristo y de todos los grandes poetas del mundo no es retórica. 
Es un índice luminoso que nos invita a la acción y al heroísmo. 
Y esta parábola del camello y de la aguja, del pobre y del rico 
tiene un sentido que desentrañado y realizado, puede llenar, si no de alegría...                  de dignidad la vida del hombre. 

(…) 
Hay que salvar al rico, hay que salvarle de la dictadura 
de su riqueza, 
porque debajo de su riqueza hay un hombre que tiene 
que entrar en el reino de los cielos, 
en el reino de los héroes. 
Pero también hay que salvar al pobre 
porque debajo de la tiranía de su pobreza hay otro hombre 
que ha nacido para héroe también. 
Hay que salvar al rico y al pobre ... 
Hay que matar al rico y al pobre, para que nazca el Hombre.

(…) 

Aquella lista preparatoriana, regreso a mi tema de hoy, fue inspiración en mis estudios de licenciatura y maestría. Revisé las palabras de mis compañeros el 23 de julio de 1990. Luego las vi una que otra vez, hasta que buscando recuerdos de mi paso por la prepa, para este Encuentro de las 35 Generaciones, encontré de nuevo aquella enumeración de mis cualidades, según mis condiscípul@s.

Antes de aquella lista también tenía un respaldo: mi comportamiento como estudiante en la primaria y en la secundaria, con múltiples  diplomas y reconocimientos, altos niveles de “aprovechamiento”, los promedios de calificaciones, siempre arriba del 9 según mi meta, la lectura, la oratoria y una aceptable cultura general.

Igualmente, después de la Prepa, en la licenciatura y en la maestría, aquellas descripciones preparatorianas siguieron teniendo consistencia y sustentabilidad, prácticamente en las mismas áreas que señalaban mis compañer@s de la Prepa Villa. En algún momento pudiera pensarse que ell@s me conocían mejor que yo.

David Andrew Sánchez, sobrino y ex alumno, a quien me he referido, cuestionaba:

- “Lo verdaderamente interesante sería saber que piensan ahora”.

Le contesté:

- “Sí, ¿verdad? Podría ser la continuación de aquel ejercicio. A ver si algún@s compañer@s coincidimos en el evento de la Prepa, para renovar y comparar la lista. Me la encontré entre los recuerdos de la prepa. Advertí algo a primera vista: he sido tan terco, tan tenaz, tan necio, tan rebelde, tan contreras, tan sencillo, tan austero, que quizá había desdeñado tan sabias descripciones.

ES DE BIEN NACIDOS SER AGRADECIDOS, Y DOY GRACIAS POR AQUELLAS OPINIONES TAN GENEROSAS DE MIS COMPAÑER@S. Creo que bien podrían reivindicarme, o rectificarme en el Encuentro de hoy, 28 de mayo de 2016. Saludos.”

Pensándola mejor, lo verdaderamente interesante es lo que aquell@s muchach@s creían, sabían o conocían de cada un@ de los demás. Y más importante aún era la descripción número 33, la de cada un@ de ell@s para sí mism@s. Eso le faltó, creo yo, al maestro Casillas, para completar la lista de los talentos y las virtudes de cada un@.

Reitero mi agradecimiento, ya que evidentemente fueron generos@s en sus descripciones para conmigo.

Piensen lo que piensen ahora, con todos mis defectos y mis virtudes, me siento bien, realizado y feliz, y con el mismo ánimo, con el mismo amor que entonces, aunque más reposado, a la sabiduría, a la sociología, a la política, a la ética, a la moral, junto a las letras y la cultura.

Me siguen sonando cursis e inútiles, mediocres, las críticas y los reproches: “con todo lo que sabes ya sería rico”, “¿para qué tanto estudio? si no tiene nada, si no has hecho nada en la vida”. E, igualmente, siguen valiéndome esos juicos interesados, inmorales, entiéticos, injustos, corruptos y corruptores.

¿Pensarán todavía que soy un pendejo, que con esos talentos podía ser rico, poderoso, exitoso, triunfador, bastando apenas un poco de sagacidad, de engaño, de demagogia, de corrupción, de esa cultura de quien no transa no avanza y de que la corrupción somos todos? ¿O pensarán, por ejemplo, que el pendejo es Enrique Peña, quien jamás en su vida leyó un libro, que no puede recordar tres títulos o de qué murió su esposa? ¡Pero es guapo, es el presidente y se casó con La Gaviota! ¡Entonces, pendejo, pendejo, no es. O que el inefable César Duarte, pasó de ser un vendedor de autos a convertirse en un  nuevo rico de Chihuahua, con su fórmula de “poder para joder”. ¡Qué cabrones tan exitosos, verdad! ¿Verdad?

Pero a tod@s quienes así piensen se les olvidan los escrúpulos, los ideales, los principios, los valores. Con esos talentos, como los que definían mis compañer@s, sigo caminando por la vida, viajando por mi mundo, ligero de equipaje, sin más posesión material que a mí mismo, porque nada material he tenido en 48 años. “Todo lo que yo tengo lo llevo junto a mí”, dice una hermosa canción. “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco” repite de San Francisco otro cantor que no calla aunque lo mataron…

Y aquí, conmigo sigo llevando esa hermosa y generosa lista de mis compañer@s de la Prepa Villa, con la descripción que entonces hicieron de este bronco, rebelde, tenaz, terco y en ocasiones necio….

Pero llevó también las bellas palabras nacidas del amor sincero, el reconocimiento y la honra, de Silvia y Luis, quienes vivían al otro lado del patio de la casa de mi madre en la Colonia Villahermosa de Nuevo Casas Grandes, Chih., o de Ramón y Socorrito, también mis vecinos.

Luis y Silvia, Ramón y Socorrito pueden testimoniar, aún hoy, que todo lo dejaba por el estudio, que me puse unas chingotas estudiando, que elegí una carrera que resulta muy molesta para la gente del poder, incómoda para la gente de los dineros; una carrera que se compromete con los jodidos, con los pobres, con los miserables, que se margina y me margina… en fin, una carrera humanista.

“A los que están con nosotros les va muy bien”, me dijo un prominente cacique cuando regresé a mi pueblo, todo ilusionado, con mi carrera recién terminada y una mochila llena de sueños para lograr los cambios y transformaciones sociales. A esos caciques que han saqueado y mantenido en la miseria a Nuevo Casas Grandes, solamente les he dicho que, al menos, NO CUENTEN CONMIGO, que se pudran en sus riquezas, que son tan pobres, tan miserables que lo único que tienen es dinero.

Yo, en cambio, no tengo un centavo. He sido, soy y seré apenas un loco soñador nomás, un idealista…

Mis compañer@s, mis maestr@s, como el común de los mortales, quizá pensaban que estudiar es la mejor forma de arribar a una mejor escala económica y social, es decir veían a la educación como un agente de movilidad social, para brincar de una clase a otra, para tener éxito, para triunfar, para tener “casas, coches, viej@s, viajes y vicios” y lo demás de plano derrocharlo, sobre todo, lana, dinero, marmaja, pachocha, etc…

Yo, en cambio, veía y sigo viendo esas actitudes arribistas como la ilusión de miles, de millones de seres, más o menos inteligentes, para convertirse en explotadores, para joder a los demás, para transar, para avanzar, para lograr las ventajas materiales que esta “civilización” les ofrece, a cambio de descender al fango, a cambio de pudrirse como seres humanos, incapaces de sentir empatía (ni caridad, ni lástima), empatía y solidaridad para con el sufrimiento ajeno, por las injusticias, por las limitaciones a la libertad…

No sé. La lista que describe a este bronco de la Villa y de la prepa Villa es un halago, pero también una llamada de atención para definir, en conciencia y con rebeldía, ¿para qué?, ¿qué hago con eso? La lista, y otras virtudes, me han servido para realizarme, para ser feliz, inmensamente feliz. ¿Y?

Le he dicho a mi esposa, a mi familia, que siempre creí fácil hacer dinero, y satisfacer las necesidades básicas y hasta las superfluas; lo difícil, sigo diciendo, es lograr lo que un@ quiera, para realizarse y ser feliz, en los planos personal, conyugal, familiar, comunitario y social.

Creía tenerlo claro. Me siento bien por mí mismo. Tal vez tenga que disculparme porque en esa loca carrera de idealismo, principios, valores, virtudes y escrúpulos, también he arrastrado hacia las carencias a ellas, a mi esposa y mis hijas, que, por cierto, nada tienen que ver con mis “votos” de pobreza y sabiduría, sobre todo porque las amo como mis más próximas.

Aún con eso, reafirmo mi postura: no tengo un centavo, carezco de lo indispensable, no poseo cosas materiales. No “trabajo”, si se entiende el trabajo explotado/explotador; que me paso la vida leyendo y escribiendo, o que soy apenas un humilde trabajador de las letras, aunque sean LETRAS DE ORO.

Tengo una concepción muy impopular del “trabajo”. Ni en  mi casa, mi hogar, mi familia, la comparten del todo. Tampoco voy a hacer proselitismo de eso; no me interesa si l@s demás actúan o no como lo hago yo. Son siglos de adoctrinamiento, de manipulación de los cerebros como para ponerme a contrastarlos. Pero no estoy de acuerdo en el trabajo como esa relación de explotador/explotado; creo, además, que ese “trabajo” lo hizo Dios como castigo; que sólo las mentes y los cuerpos inferiores se conforman y resignan con trabajos manuales y jornadas extenuantes al servicio de “patrones” que se enriquecen con el sudor de l@s de enfrente. Creo en el trabajo libre y creativo, intelectual, sin “patrones”, sin  “amos”, sin horarios, sin las miserias de un “salario mínimo”. Creo, en fin, que un@ debe trabajar para un@ mism@, no para otr@s.

Por eso mis cuñados decían que no trabajaba, porque no me veían con el pico y la pala; por eso me reprochan que no trabajo, con “tanto estudio que tienes”; y por eso dicen que “no tengo nada”… porque no trabajo.

Por eso soy un “trabajador de las letras”. Hasta mis niñas dicen que no “trabajo”, que sólo me la paso leyendo y escribiendo…

Por eso me gusta la radiografía que hicieron mis compañer@s de la prepa, que en síntesis me veían como estudioso, inteligente, con talento para la política y la oratoria, como un buen compañero. Muchas personas, desde niño me han dicho que puedo destacar en la política, incluso llegar a la presidencia. Le hice caso a uno: el D. Jesús Baustista Fregoso, quien me aconsejó dejar la política y dedicarme a la literatura, a la redacción, a la escritura.

Y en mi barrio, en la colonia Villahermosa, todavía recuerdo que había una descripción por encima de toda otra consideración: “Cayito, el de Doña Delfina es muy buen muchachito”. “Cayo el de Sonia”, ya era un poco cabrón. Ustedes disculpen, si fuera el caso, en lo que se ha convertido, aquel niño que rezaba rosarios y se sabía la misa completa y recitaba los 15 minutos de memoria ¡a los 7 años!; aquel alumno de primaria y secundaria, siempre becado, aquel estudiante de la prepa a quien sus compañer@s describieron con tanta generosidad; aquel sociólogo y aquel maestro en ciencias sociales para el diseño en políticas públicas, en fin, en ese trabajador de las letras en que se ha convertido “Ark Sánchez”.

Soy todo lo que tengo, cargo todo lo que tengo, viajo ligero de equipaje, reitero, pero tengo una lista que me hicieron aquell@s chamac@s de la prepa Villa; una lista que me describe y recuerda algunas características; una lista que me ayudó, me ayuda y me ayudará a ser y, sobre todo, a conocerme a mí mismo, algo que según Sócrates es el acceso a la máxima sabiduría.

Allí está la lista. A mis compañer@s y a mí tocará reivindicarla o rectificarla. Mientras tanto, pasará como una imagen, como una fotografía, una radiografía más bien, con la que llegaron hasta mis huesos hace 29 años, aquell@s compañer@s, de uno de los grupos de la Generación X (1984-1987), en la clase de “Orientación”, durante el sexto semestre del plan de estudios de la Preparatoria Federal por Cooperación “Francisco Villa”, de Nuevo Casas Grandes, Chih., impartida entonces por el ahora presbítero y licenciado Rafael Casillas Martínez.

¡Salud, Broncos, de ayer, de hoy, de mañana y de siempre!

¡Feliz reencuentro!

 

Nuevo Casas Grandes, Chih.; Mayo, 28, 2016.